jueves, 5 de julio de 2012

Entrevista a Alba Quintas, ganadora del JSIF'12







Ciberacoso. Algunos saben lo que es. Otros, no. Ahora todos se sienten responsables de la pesadilla que vivió Luis al otro lado de la pantalla. Miedo, indiferencia, cobardía, amor... son algunas de las razones que los paralizan, que los impiden reaccionar y actuar a tiempo. Hasta que pasó lo que pasó. Hoy una sola pregunta resuena en su mente: ¿yo también pude pararlo?




¿De qué trata tu libro, Al otro lado de la pantalla?
Narra la historia de un adolescente de diecisiete años, Luis, al cual sus compañeros (sobre todo uno, Álex) empiezan a hacerle acoso escolar utilizando las redes sociales, los correos electrónicos o mensajes al móvil. Hay seis personajes, entre los que se encuentran Luis, Álex, sus novias, los padres de Luis, o un profesor, que van contando distintas escenas con desorden cronológico, y dejándonos ver sus pensamientos y sensaciones.



¿Qué sentiste cuando te dijeron que habías ganado el Premio Jordi Sierra i Fabra? ¿Y cuando se publicó tu libro?
El día en que Jordi me llamó para decirme había ganado fue increible. Me cayó todo de golpe y al principio no asimilaba la noticia; tantos años soñando con ganar el concurso (ya era mi tercera convocatoria) y con publicar una novela... estaba en una nube. Y lo mismo cuando publicaron Al otro lado de la pantalla. Yo lo vi por primera en la Feria del Libro, y me sentía muy afortunada de estar compartiendo un hueco con los libros de tantos otros autores que admiraba.


¿Por qué decidiste elegir el ciberacoso como tema principal para Al otro lado de la pantalla?
Parecía un tema que no se había tratado mucho en la literatura juvenil, y sin embargo cada vez tiene más importancia. En mi opinión, ahora no se puede pensar en el acoso escolar sin esa nueva dimensión que le añaden las nuevas tecnologías. 


¿En qué te inspiraste para escribir la novela?
Hubo algunas noticias que encontré por Internet que me dieron datos interesantes, aparte de un par de charlas que dieron en mi colegio acerca de las redes sociales. Pero en general casi toda la trama está sacada de mi imaginación.


¿Cuándo comenzaste a escribir tu libro?
La idea definitiva la tuve durante los exámenes finales (las musas siempre son oportunas), pero no pude ponerme a escribir hasta principios de julio. Terminé en mes y medio, aunque como escribo a mano tardé otras buenas tres semanas en pasarlo todo a ordenador.


¿Crees que la publicación de este libro te ha servido como impulso para seguir escribiendo?
¡Por supuesto! La motivación cuando sostienes tu primer libro publicado entre las manos es enorme. Además ahora sé muchas más cosas acerca de como trabajan las editoriales o los concursos literarios. 


¿Qué crees que has aportado al mundo literario?
Es una pregunta difícil, no sé si mi sencilla novela habrá podido aportar algo a los lectores. Yo solo quiero que todos los que me lleguen a leer disfruten con mis historias.


¿Cuál es tu novela favorita y por qué?
El fantasma de la ópera. Para mí es la novela perfecta, lo tiene todo: una trama original, unos personajes épicos, la localización es mágica (las descripciones de la ópera de París son realmente increíbles) e incluso episodios de humor. No sé cuántas veces lo habré leído, pero en cada una descubro algo distinto.


¿Y cuál es tu escritor favorito? 
Me parece imposible elegir. ¡Me gustan demasiados! De los clásicos me quedo con Oscar Wilde, y juveniles actuales muchos: Cornelia Funke, David Lozano, Laura Gallego García, Jordi Sierra i Fabra...


¿Crees que tu novela puede ayudar a jóvenes con problemas?
Eso espero, o al menos que pueda concienciar a varias personas sobre este asunto. Creo que el principal mensaje que envía Al otro lado de la pantalla, es que hay que hacer todo lo que se pueda, desde el principio, para frenar este tipo de situaciones; y que no hay que restarle importancia al papel de las nuevas tecnologías en el acoso escolar.


¿Un consejo para jóvenes escritores que quieren publicar un libro?
Que no se rindan. Ganar el premio Jordi Sierra i Fabra es un atajo, pero hay que escribir e intentarlo muchas veces para conseguir publicar. Además tengo otro consejo, pero este no es mío, si no que se trata de algo que me dijo David Lozano en la Feria del Libro: los jóvenes nos empeñamos tanto en publicar que a veces nos olvidamos de seguir aprendiendo y mejorando nuestra escritura.

miércoles, 4 de julio de 2012

"Los jóvenes (sí) leemos", por Javier Ruescas.

Extraño titular, ¿verdad? Tooodo comenzó una tarde de aburrimiento y yo buscando cosas raras (mejor no preguntéis), me encontré con esto. Una cosa que, cuanto más lees, más te emociona. Es un texto con el que te puedes sentir completamente identificado/a. Este escritor ha sabido emocionarme de una manera especial. Nunca antes (o a menos que yo recuerde) había visto algo que había escrito otra persona y que me sienta exactamente así. Está perfectamente escrito y... vale la pena. Disfrutadlo y emocionaros *¬*

Los jóvenes leemos. Incluso más que los adultos. Con más fervor, con más entusiasmo. Lo que pasa es que no nos gusta que nos vean o, simplemente, no nos apetece responder a las encuestas sobre el tema. A veces lo que ocurre es que no nos preguntan a nosotros, sino a gente mayor que cree conocernos.
Pero, como digo, los jóvenes leemos. Y mucho.
Esperando el autobús o a los amigos; a las puertas del Metro antes de salir de fiesta o en el andén, resguardados del frío y entre gritos y risas, a veces incluso entre botellones improvisados. A veces leemos sentados en unas escaleras o andando por la calle, esquivando farolas y personas con un sexto sentido, mientras que los otros cinco se afanan por descubrir un nuevo mundo.
También lo hacemos por la noche, resguardados del frío bajo la manta, con los auriculares puestos y la música a todo volumen. O con un ojo en el libro y el otro en Internet, donde compartimos nuestras citas favoritas y reacciones espontáneas. Los hay que aprovechamos trayectos en autobús o tren para apoyar la cabeza en el cristal y dejar que una novela nos robe el viaje y, a veces, hasta la parada.
Algunos somos expertos en ocultar el libro bajo la mesa cuando nuestra madre entra en la habitación y cree que estamos estudiando o en la cajonera del colegio mientras el profesor habla sobre matrices y revoluciones. Si nadie se chiva, diré que en ocasiones es mucho más entretenido.
Aunque nos cueste reconocerlo, hay ocasiones en las que también lloramos. Por las injusticias que les ocurren a los personajes, por los finales felices y también los tristes, porque nos sorprendemos de lo similares que son sus vidas a las nuestras. Porque nosotros sabemos de primera mano qué es que te rompan el corazón, te roben un beso o te traicionen por primera vez. Es importante llevar un boli y un papel, o el mismo móvil, para tomar nota de algo que nos guste; no en vano, también leemos para ligar, si se dan las circunstancias.





A veces leemos para escapar de la realidad que nos rodea, la misma que no llegamos a entender o que, simplemente, no queremos comprender por miedo a ahogarnos. A veces lo que buscamos son respuestas a preguntas que desconocemos, que intentamos ignorar, que no nos atrevemos a hacer en voz alta. Las buscamos en secreto, para nosotros…
Pero sobre todo leemos para divertirnos. No buscamos vías de escape, sino autopistas de entrada. Nos apasiona sumergimos en historias llenas de aventuras, misterio, amor y emoción. Sentir una conexión imposible de describir con criaturas y humanos que solo adquieren voz y forma en nuestra cabeza y que muchas veces resultan más reales que algunos fantasmas grises que nos rodean.
Podemos aguantar las horas que hagan falta bajo la lluvia, de pie y en la puerta de cualquier establecimiento para conocer a nuestro autor preferido; hacer colas eternas para agradecerle en persona habernos hecho soñar con sus ideas y recibir a cambio un autógrafo que, para nosotros, es más valioso que cualquier tesoro pirata. Con dibujos, relatos o finales inventados, damos rienda suelta a un universo que comienza después del epílogo de una buena historia y que nos pertenece solo a nosotros.
Leemos en papel y en pantalla. Leemos bajando con el ratón del ordenador o apretando las teclas de nuestro e-reader, pero seguimos prefiriendo el olor a tinta y papel, pasar las hojas con los dedos y colocar un bonito marcapáginas o un sencillo billete de tren entre sus hojas; poder cerrarlo y contemplar una hermosa portada que acariciar con los dedos.
No nos gustan que nos digan dónde leer o el qué. Huimos de las historias que huelen a polvo y nos hacen estornudar tanto como de los trabajos que nos obligan a diseccionar una historia como si fuera el cadáver de un sapo. Por el contrario, nos gusta compartir y somos generosos: con ayuda de internet descubrimos y dejamos que nos descubran nuevos títulos de los que no habíamos oído hablar. Hacemos piña, jugamos en equipo y somos recelosos de aquellos que intentan engatusarnos, de aquellos que buscan aprovecharse de nosotros o burlarse de nuestra edad.
Somos jóvenes, pero no tontos. Si bien podemos preferir un género en concreto -una buena historia de misterio, un romance imposible, una aventura épica…- enseguida advertimos cuándo el lobo se ha vestido de oveja para llamar de nuevo a nuestra puerta. Por mucho que algunos se empeñen en decir lo contrario, no nos cuesta nada romper barreras y rasgar etiquetas para descubrir historias diferentes.
Como ya he dicho, nos encanta apasionarnos con algo -¡por ello somos jóvenes!- y no nos importa gritarlo a los cuatro vientos. No por eso tenemos menos criterio o menos gusto, no por ello leemos con menos atención o menos tiempo; más bien todo lo contrario. Hay libros que nos han abierto los ojos y que nos han hecho sentir más que cualquier película, canción o videojuego. Hay libros que nos han cambiado la vida más que muchas personas que creen conocernos. Hay libros que nos acompañarán para siempre y que nunca olvidaremos.
Los jóvenes leemos en cualquier parte. Los jóvenes leemos en cualquier momento. Y es que, aunque a más de uno le sorprenda, los jóvenes leemos.